Santiago Maldonado: el passat truca a la porta
La
desaparició de Santiago Maldonado ha fer remoure de la seva tomba els fantasmes
més temibles del passat recent. Un dels horrors que es visqueren durant la dictadura
argentina va ser la tortura, de la qual en foren còmplices nombrosos metges i
psicòlegs. A la pel·lícula de Roman Polanski Death and the Maiden (1994) [La mort i la donzella], una represaliada,
Paulina Escobar (Sigourney Weaver), es retroba inesperadament amb qui considera
que fou el seu torturador, l’aparentment encantador doctor Miranda (Ben
Kingsley). El xoc emocional i la inversió de rols es produeixen en presència de l'astorat marit de Paulina, l’advocat
dels drets humans Gerardo Escobar (Stuart Wilson).
Un
jove argentí desapareix i tremola la terra. L’artesà de vint-i-vuit anys Santiago
Maldonado participava el passat u d’agost en una manifestació a la Patagònia, quan
va ésser vist per darrera vegada, abans que la policia de fronteres argentina
dissolgués la mobilització, amb bales de plom i de goma. La protesta tingué
lloc en uns terrenys de la família Benetton i s’hi reclamava l’alliberació del líder
maputxe empresonat Facundo Jones Huala, la criminalitzada comunitat del qual va
començar una ocupació l’any 2015 per aconseguir el retorn a les seves terres
ancestrals. Testimonis presencials asseguren que van sentir cridar el jove i que
els agents el van colpejar, abans d’emportar-se’l en una furgoneta, una
acusació que ha estat desmentida tant per la justícia com per la fiscalia i la gendarmería.
Malauradament,
no es tracta de cap notícia excepcional en el món d’avui -episodis infinitament
més sanguinaris es produeixen en aquest precís instant- però, tanmateix, les
multitudinàries reaccions per exigir-ne el retorn amb vida han desencadenat una
tempesta política que ha posat entre les cordes el president Mauricio Macri. El
tsunami Maldonado ha arribat fins a l’ONU
i també ha tingut ressò a Espanya: el Dia Internacional del Detingut i el Desparegut
fou aprofitat al Congrés per presentar una declaració institucional que
contenia, entre d’altres reclamacions, la depuració de responsabilitats en
aquest tèrbol afer. Malgrat que la proposta va ser secundada per Podemos-En
Comú-En Marea, EH Bildu, Compromís, ERC i Nueva Canarias, finalment fou rebutjada
per Ciudadanos, PP i PSOE, un fet que va impedir-ne l’aprovació. Val a dir que,
en un país on encara no s’han passat comptes amb els propis botxins, seria estrany que
prosperés una iniciativa com la que avui ens ocupa.
Evidentment,
no es pot entendre aquesta mobilització massiva a favor dels Drets Humans sense
recordar l’abominable Història de les dictadures militars del Con Sud, durant
les dècades de 1970 i 1980. Les brutals maniobres repressives que es produïren contra
la dissidència en l’Operació Còndor, per exemple, difícilment desapareixeran de
la memòria col·lectiva perquè el seu eco ressona en el present. Com és ben sabut,
la terroritzada població hi respongué amb covarda complicitat però també amb
digna i exemplar resistència, que es mantingué amb la caiguda de les
autocràcies i en la incansable recerca de la veritat que encara perdura. Els
metges i els psicòlegs no van quedar pas al marge d’aquesta dinàmica; el paper dels facultatius era essencial per avaluar els límits del cos humà. Vet aquí alguns
dels testimonis esfereïdors recollits per Riquelme (2004):
“Los
prisioneros tenían conciencia de estar bajo condiciones de deterioro físico y de
malpraxis sistemática dentro de una estrategia hacia “entes de segunda
categoría”. Luis A. Urquiza, estudiante de psicología, complementa esta imagen
en su relato acerca de lo ocurrido durante su detención en Córdoba, Argentina:
“En la madrugada del día 16 soy conducido al baño por el oficial de guardia
Francisco Gontero que desde una distancia de 4 a 5 metros carga su pistola
calibre 45 y efectúa tres disparos, uno de los cuales me atraviesa la pierna
derecha a la altura de la rodilla. Se me deja parado, desangrándome unos veinte
minutos, la misma persona me rasga el pantalón y me introduce un palo en la
herida y posteriormente el dedo. Al llegar varias personas al lugar, ese mismo
oficial argumenta que (yo) había intentado quitarle el arma y fugarme. Soy
separado del resto de los detenidos y puesto en una pieza oscura y se me niega
ir al baño, debiendo hacer mis necesidades fisiológicas en los mismos
pantalones. Me revisa un médico, me coloca una inyección y me da calmantes,
pero no me suministra ningún otro tipo de medicamentos, y mi pierna es vendada.
Este médico era el médico forense de guardia del policlínico policial de esa
fecha. Durante el día 16 soy golpeado sobretodo en la pierna herida, pasando
dos días en el suelo y no pudiendo recordar más por los fuertes dolores y el
estado de semiinconsciencia en que me encontraba” (CONADEP, 1984: Legajo N°
3847)
Sobre
las medidas tendientes a intensificar problemas psicológicos y psiquiátricos en
las cárceles uruguayas nos informa el Dr. Lombardi: “(Aproximadamente un 10 %
sufrió trastornos psiquiátricos mayores, frecuentemente cuadros delirantes y
alucinatorios crónicos)... La asistencia psiquiátrica estaba exclusivamente en
manos del psiquiatra militar. El preso con trastornos psiquiátricos era sometido
a un hostigamiento y persecusión selectiva, junto con un manipuleo de la
medicación, que creaba dependencia; por otro lado se intentó utilizarlo como un
elemento perturbador de la convivencia. La agresividad generada en los presos
se expresó en sus forma extremas como autoagresividad, que llevó al suicidio a
nueve de ellos. Fueron muy numerosos los intentos de autoeliminación. Menos
frecuentes se observaron conductas hetero-agresivas...” (Lombardi 1987: 132)”
En
contrapartida, tal com hem apuntat més amunt, també hi hagueren professionals que s’oposaren amb coratge a
participar en la cruel pràctica punitiva. Aquests en són un parell de casos, ocorreguts a l'Uruguai i a Xile (Riquelme, 2004):
“En
Uruguay, hay una manifestación de resistencia de un psicólogo que se negó a
entregar informaciones sobre los presos de un centro de reclusión a través de
la cual se ilustra la convicción existente en los técnicos de la salud y
militares sobre la falta de privacidad de los detenidos y de la no vigencia del
secreto profesional: “El psicólogo Alberto Milkewitz, en 1982, se negó a
obedecer órdenes para preparar informes sobre los reclusos para sus comandantes
en el Penal de Libertad. Fue arrestado y mantenido incomunicado durante una
semana. Una orden secreta para su arresto, obtenida por el autor de este
informe, revela la razón “(el inculpado) indica una absoluta falta de
comprensión acerca de sus obligaciones como integrante de las Fuerzas Armadas
al expresar que no podía suministrar información acerca de sus conversaciones
con reclusos porque su ética como psicólogo no lo permitía” (Bloche, 1987: 6).
[…]
Hay
contados estudios específicos, y las referencias documentales acerca de lo que
fue la vida profesional en los tres países durante la dictadura militar son
escasas (Riquelme 1995a). En Chile, tres neuropsiquiatras chilenas, de claro
compromiso con el proceso de cambios en el gobierno de Allende, realizaron un
análisis sistemático de las experiencias realizadas en el período inmediato
tras el golpe de estado. […] Las autoras plantean sobre la tortura: “fue en la
consulta donde... nos tocó enfrentarnos a la evidencia de tortura física y
psicológica practicada en forma masiva por el estado chileno. Con incredulidad
escuchamos los primeros relatos de los síntomas propios de una lesión de
columna vertebral en ex-prisioneros políticos que nos contaban que habían
permanecido colgados, por horas o días de pies y manos... Con objetividad el
examen neurológico confirmaba la veracidad de estos relatos... En la mayoría de
los ex-prisioneros existía pudor al mostrar sus secuelas de tortura y nuestro
examen era cohibido. No nos atrevíamos a hacer preguntas y los largos silencios
eran difíciles de llenar. Debido a nuestro sentimiento de incapacidad de
conducir adecuadamente la reacción angustiosa que acompañaba a la rememoración
de sus experiencias, teníamos miedo a desentrañar los pormenores de esos
momentos en que habían estado tan cerca de la muerte.
Esta
praxis médica nos mostraba nuevos mecanismos capaces de producir enfermedad,
cuadros patológicos cuya configuración era diferente de la de los síndromes
descritos clasicamente y (hacía evidente) la ineficacia de nuestra terapéutica
para resolverlos... (Esto) nos llevó a intentar desentrañar todas esas
interrogantes hasta su último detalle. Y ya nunca más nuestro examen sería
parco, inhibido. Tenía que ser franco, directo, comprometido... En esa época,
empezamos a hacer un estudio detallado, a anotar todos los elementos que nos
parecían importantes, a efectuar los exámenes complementarios que permitieran
confirmar o descartar nuestros diagnósticos. Todo ese material en el que se
esbozaban los primeros elementos de una metodología clínica, quedó inconcluso
luego de un año de trabajo en Chile, al ser nosotras mismas detenidas y
encarceladas’’ (Reszczynski et al 1979/1991: 38-42)”
Tal
com es desprèn de la sospitosa desaparició de Santiago Maldonado, els records poden
trucar novament a la nostra porta, en el moment més impensat i provocar un
terratrèmol d’imprevisibles conseqüències. De la mateixa manera que succeeix en
la pel·lícula La mort i la donzella,
on es recrea la irrupció de les innombrables atrocitats sofertes
durant la dictadura, personificades en la figura de l'inquietant doctor Miranda. Convé que no subestimem el nostre grau d’implicació al
respecte, que de manera més o menys activa ens pot convertir en aliats. Pel que fa al
camp de la psicologia i de la psiquiatria cal recordar que avui en dia encara s'empren tècniques coercitives que, si bé es produeixen de manera més subtil, també
anorreen el pacient i el deixen completament indefens davant dels abusos de l'entorn. L'ètica professional no neix espontàniament sinó que cal treballar-la a consciència perquè corre el perill de podrir-se. No és imprescindible que siguem psicòpates des del bressol: és possible que esdevinguem individus mancats d'escrúpols, sense que ens adonem del sistema al qual servim. Així també es fabriquen els monstres.
Referència
·
Horacio Riquelme,
«Ética profesional en tiempos de crisis. Médicos y psicólogos en las dictaduras de América del Sur», Polis [En línea], 8 | 2004,
Publicado el 05 septiembre 2012, consultado el 03 septiembre 2017. URL :
http://polis.revues.org/6129
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