La Ventafocs de Banksy i altres distopies
L’escena de
l’accident de la Ventafocs de l’artista urbà Banksy, al recentment
clausurat “antiparc temàtic” Dismaland a Weston-super-Mare, a l’oest
d’Anglaterra. Foto: David
Levene per al the Guardian.
El passat
vint-i-set de setembre, després d’haver estat cinc setmanes obert al públic i
haver rebut cent cinquata mil visitants, va tancar les portes Dismaland, la paròdia de Disneyland creada pel famós i alhora
anònim Banksy, en col·laboració amb
cinquanta-vuit artistes més. Tal com estava previst, tota la fusta i
elements de construcció seran enviats a Calais, França, i s'utilitzaran per
a reforçar els camps de refugiats que acullen els immigrants que hi arriben.
Per altra banda, el parc aquàtic Tropicana on es va ubicar aquest complex
d’entreteniment distòpic també serà ocupat per a nous projectes i exposicions.
No es pot negar que l’enorme èxit de la iniciativa ha comportat, al mateix
temps, una injecció gens menysperable de diners -trenta milions de dòlars- a la
deprimida zona constanera de Weston-super-Mare. Tot sembla encaixar al
mil·límetre en el paradoxalment lucratiu univers anticapitalista de Banksy.
Es fa difícil
contemplar l’escena de la Ventafocs i no pensar immediatament en les conegudes Fallen Princesses [Princeses Caigudes] de Dina Goldstein, que de ben segur
heu vist representades en alguna publicació –paga la pena que cliqueu l’enllaç
per conèixer la seva mirada irònica i despietada a les heroïnes creades per
Disney-. Em va cridar l’atenció de quina manera Banksy feia servir els tòpics
del “mainstream” dels contes de fades –que ben poc tenen a veure
amb els reculls de folklore popular, en els quals
apareixen històries d'heroïnes astutes, imaginatives i fins i tot venajatives-
per a articular una particular crítica àcida al consumisme sagnant dels
nostres dies. Una princesa morta en un accident en la seva carrossa-carbassa
que, a banda d’evocar la pèrdua de Diana de Gal·les, també recorda la voracitat
sense límits dels espectadors a l’hora d’engolir qualsevol nou detall de la
vida de les celebritats. Les recreacions contemporànies de Goldstein o Banksy,
dos personalitats reconegudes, no són cap excepció sinó que desenes d’artistes
d’arreu comparteixen aquesta visió descarnada dels contes en un moment històric
que s’ha d’entendre en el context de l’evolució d’un gènere fascinant, en
permanent transformació. Jack Zipes, un dels més destacats investigadors en
aquest àmbit, explica en el seu meravellós assaig El irresistible cuento de hadas (Fondo de Cultura Económica,
2014) aquest fenomen de xoc amb
l’espectador, en el marc de la globalització, com una reacció als somnis
trencats de la dècada de 1960 (p.264-266):
“Se podría
argumentar que nada es inimaginable en estos días. Todo se ha tornado tan
relativo y líquido, que los límites entre la razón y la fantasía se han
derrumbado. Se ha vuelto imposible para los artistas serios aceptar las
tradicionales estructuras y “bondad” de los cuentos de hadas en un mundo
globalizado que parece estar fuera de control. Y sin embargo hay significados
profundos en los cuentos de hadas que brotan de conflictos humanos del pasado
que todavía nos hablan. Como he tratado de demostrar, estos cuentos plasman
mundos de moralidad ingenua que aún pueden encontrar eco en nosotros si los
dramas subyacentes son recreados y rediseñados para responder a nuestras
complejas realidades sociales a la vez que chocan contra ellas. Son necesarios
para alterar y hacer frente a los clichés y los malos hábitos. Son necesarios para
sacudir el mundo y aguzar nuestra mirada. En este sentido, las obras de arte
contemporáneas referidas a cuentos de hadas, aunque a menudo distópicas, siguen
latiendo con fervor utópico.
Desde el siglo
XIX hasta la década de 1960, los artistas visuales en general celebraron el
optimismo opulento y extraordinario de los cuentos de hadas en obras diversas:
pinturas, esculturas, ilustraciones, fotografías, dibujos animados y películas.
Sin embargo, sus visiones optimistas dieron un vuelco dramático en los últimos
cincuenta años. Ya no interpretan ni describen los textos de los cuentos de
hadas, ni conciben imágenes de sus reinos como encantadores mundos de ensueño
que llevan a los ojos a deleitarse en un entorno idílico o alejan al espectador
de la fealdad del mundo cotidiano. Por el contrario, los artistas
contemporáneos han enfocado los tópicos de los cuentos de hadas desde una
perspectiva crítica y escéptica, con el propósito de perturbar a los
espectadores y recordarles que el mundo está dislocado y que estos cuentos no
ofrecen una alternativa para la gris realidad. Sus visiones subversivas chocan
con las normas tradicionales y las expectativas convencionales de las
representaciones del género tanto como con las falsas imágenes color rosa que
la corporación Disney y otros artistas y editoriales han difundido con el ánimo
de popularizarlas durante casi cien años. En efecto, estos artistas
contemporáneos desafían las imágenes
producidas en serie y pasteurizadas que han difundido las editoriales y los
magnates de los medios.
Paradójicamente,
para salvar la esencia de esperanza del cuento de hadas, los artistas visuales
contemporáneos lo han despojado de bellos héroes y princesas hermosas, de las
escenas de alegoría que engañan a los espectadores en cuanto al sentido de la
felicidad; al mismo tiempo lo han dotado de un significado más profundo creando
configuraciones distópicas, macabras y ridículas. Sus obras chocan con las
pasadas convenciones de los cuentos de hadas generando narraciones
extraordinarias e imaginativas mediante imágenes que obligan al espectador a
preguntar si es posible llevar algo como una vida de cuento de hadas en un
mundo que cambia rápidamente y parece apoyar la brutalidad y la codicia por
sobre la belleza y la bondad.
El choque de
los cuentos de hadas surge, en mi opinión, de los conflictos de la década de
1960, cuando los movimientos antibélicos y de defensa de los derechos civiles,
seguidos por un resurgimiento del feminismo y de las reformas educacionales y
políticas, llevaron muchos jóvenes a creer en el poder de la imaginación, la
transformación revolucionaria, la justicia política y la esperanza utópica.
Pero prácticamente ninguno de los deseos y sueños de la generación de los años
sesenta se ha cumplido. Nos movemos, en cambio, en un mundo colmado de
conflictos, falsas promesas, corrupción y codicia. El deterioro de las
condiciones sociales, políticas y culturales ha hecho que numerosos artistas
empleen el cuento de hadas no para alentar impulsos utópicos sino más bien para
desbaratar ilusiones artificiales que no le permiten a la gente comprender lo
que le está sucediendo. Suponen por medio de la ironía que los espectadores
pueden enfrentar la realidad a través de imágenes de cuentos de hadas cuyo
propósito es perturbar o provocar a cualquiera que tenga un encuentro con
ellas. Está claro que el encuentro está pensado como un choque –un choque
fortuito- que hará que los espectadores se detengan y piensen acerca del
significado de los cuentos de hadas y la felicidad. Es también un acto de
recreación, porque los espectadores se ven obligados a imaginar su propia
realidad y narraciones mientras observan la imagen”
Zipes
fa un repàs exquisit a les obres de Paula Rego, Kiki Smith, Sharon
Singer, Miwa Yanagi, Paloma Muñoz o Marcel Dzama, entre moltes altres, per
il·lustrar el descontentament amb la manera que està configurada la realitat i
han estat deformats els contractes socials en l’actualitat. La clau per a comprendre-les, assegura, és la dissonància. Els contes de
fades van ser concebuts com un “contramón” moral, un univers que pretenia
compensar unes vides plenes de penúries i esforços desesperats –pensem que
molts d’ells giren al voltant de l’incest, la fam, la fugida de la
violència o l’abandonament-. En aquestes sorprenents interaccions que
proposen els artistes contemporanis, ja sigui a través del remake o del mosaic, potser encara hi resta una mica d’esperança
però no ens estalvien les veritats doloroses ni la necessitat de repensar
la deriva que ha pres la nostra vida. Vet aquí la Blancaneus que s’empassa la poma enverinada, de la subversiva Paula
Rego; ignorem si, en aquesta ocasió, algú acudirà a rescatar-la...
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