Autoestima: no tot són flors i violes
Imatge extreta de La mente es maravillosa.
En el món de l'autoajuda i també de la psicoteràpia la millora
de l'autoestima es proposa com una mena de solució per a tot, que pot posar-se en pràctica en el
camp de l'educació, l'empresa o les relacions de parella. Els tallers per a fomentar-la brollen arreu; els omnipresents gurus ens asseguren que el treball que ens proposen repercutirà positivament en nombrosos aspectes de la nostra vida. Un dels mantres més coneguts és aquell que sosté que no podem estimar els altres, si abans no ens estimem a nosaltres mateixos. Qui no ha comprat mai aquesta promesa seductora, divulgada en revistes, llibres, blogs o xarxes socials? Si una relació sentimental fa aigües, podem recórrer a una hipòtesi ràpida: deu haver-hi algun problema d'autoestima de fons...
Difícilment ens aturem a qüestionar si en realitat existeix una relació de causa-efecte demostrada entre gaudir d'una bona autoestima i la prosperitat sentimental o financera. De fet, si escoltem amb atenció els discursos que la promouen ens adonarem que aquests no contenen evidències sòlides al respecte, probablement perquè ja es dóna per descomptat que ningú posarà en dubte el remei miraculós. El màrqueting sobre l'autoestima no va néixer precisament ahir. Ha arrelat en la nostra cultura com una d'aquelles veritats que no cal discutir.
Tal com exposen els professors de psicologia Jean M. Twenge i W. Keith Campbell en el llibre La epidemia del narcisismo les publicacions sobre autoestima als Estats Units van experimentar un creixement espectacular a partir de la dècada dels setanta del segle passat i la febre encara perdura. La influència d'aquest boom ha creuat l'Atlàntic; la importància de sentir-se bé amb un mateix forma part dels valors que han integrat nombrosos països arreu del món. Ben lluny d'assenyalar-ne les virtuts, aquests autors consideren que el fet de potenciar-ho pot agafar una perillosa deriva cap al narcisisme, el qual repercuteix justament en un menor interès en respectar els drets aliens, entre altres problemes, com ara un pobre rendiment escolar (pàgs. 91-93):
"En los Estados Unidos el grupo étnico con una menor autoestima, los asiático-americanos, es el de mayor rendimiento académico. (...) De acuerdo con la Valoración Nacional del Progreso Educativo (NAEP, según el original inglés), las puntuaciones de matemáticas de los escolares de 17 años han subido ligeramente, de 304 a 307, pero las de lectura se han estancado en 285. O sea que, a lo sumo, el rendimiento académico ha mejorado un 1%. Al mismo tiempo, las calificaciones de los estudiantes de instituto se han inflado considerablemente. Mientras que en 1976, solo el 18% de los estudiantes decía haber tenido una media de sobresaliente o notable alto, en el 2006 un 33% dijeron ser estudiantes de sobresaliente: un alucinante incremento del 83% en estudiantes que se declaran de sobresaliente. O sea, que solo hemos tenido un 1% de mejora en el aprendizaje real durante 30 años, pero un 83% de aumento en sobresalientes. Aparentemente, nuestra cultura ha decidido seguir la estrategia de fomentar la fantasía del éxito, en vez del éxito mismo, del mismo modo que los amplificadores de la película Spinal Tap, que 'van hasta once'.
Aun así, puede que fomentar la autoestima ayude de algun modo. El mejor modo de descubrir si una cosa causa otra, es recurrir a la regla de oro de los métodos de investigación: el experimento científico. (...).
El psicólogo Don Forsyth y otros colegas realizaron este mismo experimento. Tenían un particular interés en las intervenciones en estudiantes de bajo rendimiento; es decir, los que necesitan mayor ayuda y, presumiblemente, necesitan en mayor medida ese estímulo a la autoestima. Se procedió de la siguiente manera: se escogió a alumnos de una clase de psicología que habían suspendido el primer examen, y se les envió un email semanal con preguntas de práctica. Esto es todo lo que vieron los alumnos del grupo control. Pero otros estudiantes recibieron un estímulo a su autoconfianza junto con las preguntas de práctica. (...).
Lo que sucedió merece comentarse. Los sujetos del grupo de control, los que recibieron solo las preguntas de práctica, sacaron en el examen final una nota parecida a la del primer examen. Pero el rendimiento de los estudiantes que recibieron el estímulo semanal de autoestima, decreció. Su nota media pasó de 57 sobre 100 en el primer examen, a 38 en el final. El estímulo de la autoestima llevó al fracaso; no al éxito.
Pero quizás los estudiantes rindieran poco porque se sentían a disgusto con ellos mismos, a pesar de los mensajes de autoestima o porque no se los creyeran. Tras el final, los estudiantes recibieron un último correo pidiéndoles que valorasen su autoestima respondiendo a dos aseveraciones: 'Me siento a gusto conmigo mismo como estudiante del curso introductorio a la psicología' y 'Me siento a gusto conmigo mismo en general'. Aunque sus notas hubiesen declinado, los estudiantes que habían recibido el estímulo de autoconfianza se sentían tan a gusto consigo mismos, e incluso un poco mejor que los del grupo control (...). No parecen ser buenas noticias para la cultura que hace hincapié en la autoestima como camino hacia el éxito"
Són encara més inquietants els resultats de la recerca sobre l'agressivitat, que dinamiten el mite d'aquella autoestima castigada, indefectiblement lligada a les persones amb comportaments violents (pàgs. 300-301):
"Bushman y Baumeister han actualizado hace poco su estudio para analizar con mayor detenimiento el papel que desempeña la autoestima en el comportamiento agresivo, preguntándose si quizás el narcisismo conducía a la agresión, pero solo en aquellos que tuvieran una autoestima baja. (...). En un experimento controlado (que, a diferencia de los estudios de correlación, permite excluir factores externos), Bushman y Baumeister encontraron que la gente que presentaba niveles altos tanto de autoestima como de narcisismo eran los más agresivos, más que los que presentaban un nivel alto de narcisismo pero un nivel bajo de autoestima, o que aquellos con un nivel bajo de narcisismo pero un nivel alto de autoestima, o bajos en ambas dimensiones. Lejos de desalentar la agresión, la autoadmiración causa la agresión cuando pasa a ser narcisismo.
En otra investigación, unos preadolescentes con autoestima alta justificaron su agresión hacia otros mediante su racionalización. Según contaban los autores refiriéndose a niños con una autoestima alta: 'Al desdeñar y culpar a los demás, se pueden sentir más a gusto consigo mismos y pueden continuar comportándose de modo antisocial sin que les disuadan las esperables sanciones negativas'. En mucha mayor medida que los chicos agresivos con una baja autoestima, los que estaban encantados de haberse conocido eran capaces de preservar su autoadmiración convenciéndose a sí mismos de que el resto de chicos se merecían las palizas. ¿Y por qué no colgarla en Youtube?"
Aquests són només uns quants estudis que apunten que la dedicació a cultivar l'autoestima pot ser una recepta del tot equivocada, més contraproduent que favorable, en el camí de relacionar-nos més profundament amb els altres o de prosperar laboralment -en la mesura que la realitat material ens ho permeti. Els mateixos autors posen èmfasi en la necessitat de dir-los als infants i adolescents que els estimem -l'alternativa no és pas la humiliació- però sense alabar-ne qualitats inexistents sinó conductes reals, com per exemple la realització acurada d'una determinada tasca o l'ajuda que hagin facilitat a un company que ho necessitava. Apostar per la modèstia i el realisme, en detriment de la fantasia i l'adulació, és complicat. Es presenten múltiples obstacles quan pretenem nedar a contracorrent. I si fos aquest l'autèntic repte?
Referència
Tal com exposen els professors de psicologia Jean M. Twenge i W. Keith Campbell en el llibre La epidemia del narcisismo les publicacions sobre autoestima als Estats Units van experimentar un creixement espectacular a partir de la dècada dels setanta del segle passat i la febre encara perdura. La influència d'aquest boom ha creuat l'Atlàntic; la importància de sentir-se bé amb un mateix forma part dels valors que han integrat nombrosos països arreu del món. Ben lluny d'assenyalar-ne les virtuts, aquests autors consideren que el fet de potenciar-ho pot agafar una perillosa deriva cap al narcisisme, el qual repercuteix justament en un menor interès en respectar els drets aliens, entre altres problemes, com ara un pobre rendiment escolar (pàgs. 91-93):
"En los Estados Unidos el grupo étnico con una menor autoestima, los asiático-americanos, es el de mayor rendimiento académico. (...) De acuerdo con la Valoración Nacional del Progreso Educativo (NAEP, según el original inglés), las puntuaciones de matemáticas de los escolares de 17 años han subido ligeramente, de 304 a 307, pero las de lectura se han estancado en 285. O sea que, a lo sumo, el rendimiento académico ha mejorado un 1%. Al mismo tiempo, las calificaciones de los estudiantes de instituto se han inflado considerablemente. Mientras que en 1976, solo el 18% de los estudiantes decía haber tenido una media de sobresaliente o notable alto, en el 2006 un 33% dijeron ser estudiantes de sobresaliente: un alucinante incremento del 83% en estudiantes que se declaran de sobresaliente. O sea, que solo hemos tenido un 1% de mejora en el aprendizaje real durante 30 años, pero un 83% de aumento en sobresalientes. Aparentemente, nuestra cultura ha decidido seguir la estrategia de fomentar la fantasía del éxito, en vez del éxito mismo, del mismo modo que los amplificadores de la película Spinal Tap, que 'van hasta once'.
Aun así, puede que fomentar la autoestima ayude de algun modo. El mejor modo de descubrir si una cosa causa otra, es recurrir a la regla de oro de los métodos de investigación: el experimento científico. (...).
El psicólogo Don Forsyth y otros colegas realizaron este mismo experimento. Tenían un particular interés en las intervenciones en estudiantes de bajo rendimiento; es decir, los que necesitan mayor ayuda y, presumiblemente, necesitan en mayor medida ese estímulo a la autoestima. Se procedió de la siguiente manera: se escogió a alumnos de una clase de psicología que habían suspendido el primer examen, y se les envió un email semanal con preguntas de práctica. Esto es todo lo que vieron los alumnos del grupo control. Pero otros estudiantes recibieron un estímulo a su autoconfianza junto con las preguntas de práctica. (...).
Lo que sucedió merece comentarse. Los sujetos del grupo de control, los que recibieron solo las preguntas de práctica, sacaron en el examen final una nota parecida a la del primer examen. Pero el rendimiento de los estudiantes que recibieron el estímulo semanal de autoestima, decreció. Su nota media pasó de 57 sobre 100 en el primer examen, a 38 en el final. El estímulo de la autoestima llevó al fracaso; no al éxito.
Pero quizás los estudiantes rindieran poco porque se sentían a disgusto con ellos mismos, a pesar de los mensajes de autoestima o porque no se los creyeran. Tras el final, los estudiantes recibieron un último correo pidiéndoles que valorasen su autoestima respondiendo a dos aseveraciones: 'Me siento a gusto conmigo mismo como estudiante del curso introductorio a la psicología' y 'Me siento a gusto conmigo mismo en general'. Aunque sus notas hubiesen declinado, los estudiantes que habían recibido el estímulo de autoconfianza se sentían tan a gusto consigo mismos, e incluso un poco mejor que los del grupo control (...). No parecen ser buenas noticias para la cultura que hace hincapié en la autoestima como camino hacia el éxito"
Són encara més inquietants els resultats de la recerca sobre l'agressivitat, que dinamiten el mite d'aquella autoestima castigada, indefectiblement lligada a les persones amb comportaments violents (pàgs. 300-301):
"Bushman y Baumeister han actualizado hace poco su estudio para analizar con mayor detenimiento el papel que desempeña la autoestima en el comportamiento agresivo, preguntándose si quizás el narcisismo conducía a la agresión, pero solo en aquellos que tuvieran una autoestima baja. (...). En un experimento controlado (que, a diferencia de los estudios de correlación, permite excluir factores externos), Bushman y Baumeister encontraron que la gente que presentaba niveles altos tanto de autoestima como de narcisismo eran los más agresivos, más que los que presentaban un nivel alto de narcisismo pero un nivel bajo de autoestima, o que aquellos con un nivel bajo de narcisismo pero un nivel alto de autoestima, o bajos en ambas dimensiones. Lejos de desalentar la agresión, la autoadmiración causa la agresión cuando pasa a ser narcisismo.
En otra investigación, unos preadolescentes con autoestima alta justificaron su agresión hacia otros mediante su racionalización. Según contaban los autores refiriéndose a niños con una autoestima alta: 'Al desdeñar y culpar a los demás, se pueden sentir más a gusto consigo mismos y pueden continuar comportándose de modo antisocial sin que les disuadan las esperables sanciones negativas'. En mucha mayor medida que los chicos agresivos con una baja autoestima, los que estaban encantados de haberse conocido eran capaces de preservar su autoadmiración convenciéndose a sí mismos de que el resto de chicos se merecían las palizas. ¿Y por qué no colgarla en Youtube?"
Aquests són només uns quants estudis que apunten que la dedicació a cultivar l'autoestima pot ser una recepta del tot equivocada, més contraproduent que favorable, en el camí de relacionar-nos més profundament amb els altres o de prosperar laboralment -en la mesura que la realitat material ens ho permeti. Els mateixos autors posen èmfasi en la necessitat de dir-los als infants i adolescents que els estimem -l'alternativa no és pas la humiliació- però sense alabar-ne qualitats inexistents sinó conductes reals, com per exemple la realització acurada d'una determinada tasca o l'ajuda que hagin facilitat a un company que ho necessitava. Apostar per la modèstia i el realisme, en detriment de la fantasia i l'adulació, és complicat. Es presenten múltiples obstacles quan pretenem nedar a contracorrent. I si fos aquest l'autèntic repte?
Referència
- Campbell, W. K. y Twenge, J.M. (2018). La epidemia del narcisismo. Madrid: Ediciones Cristiandad.
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