La psiquiatria i l'emblanquiment del feixisme



La darrera portada del suplement XL Semanal en la qual apareix el xenòfob Matteo Salvini amb posat seductor ha provocat una onada d'indignació a la xarxa. Un dels arguments esgrimits pels crítics ha estat que tant la imatge com el titular participen en l'emblanquiment del feixisme, el qual, cal recordar-ho, també es produeix en el camp de l'anomenada salut mental.


No és la primera vegada que una publicació del grup Vocento és qüestionada per difondre els missatges de la ultradreta. Segurament recordaran com, a mitjan de juny, el diari ABC, amb una ideologia propera a la dreta nacionalista espanyola, publicava una portada que també va desfermar la indignació dels internautes, a causa de la descarada estigmatització dels migrants que arriben al país: España afronta una avalancha de inmigrantes por el efecto llamada, ens advertia el furibund rotatiu. El fet és que aquestes obertes frivolització i criminalització han agafat força en els darrers anys per motius diversos però en cap cas es poden entendre sense la deficient comprensió del que suposaren el nazisme, el feixisme i el franquisme durant el segle XX. 

Quan algú qualifica els manifestants del Valle de los Caídos de frikis, minimitza l'arrelada violència que impliquen les seves reivindicacions i posa de manifest, una vegada més, les greus mancances existents quant a la memòria històrica. En els mecanismes de l'oblit hi han intervingut nombroses institucions, responsables de l'estupor que sofrim en l'actualitat, en veure com en tantes ocasions es protegeixen les agressions ultradretanes, alhora que es represalien les reaccions antifeixistes. En l'àmbit mediàtic, aquesta intolerància també ha estat ensucrada a través de la comicitat. El fet que hagin esdevingut tan populars personatges de ficció com Torrente o Mauricio Colmenero de la sèrie Aída, un franquista repugnant que humiliava constantment el cambrer migrant del seu bar, il·lustra fins a quin punt s'ha socialitzat la crueltat cap als oprimits. Una cosa és provocar el riure per desemmascarar els abusadors, com fan alguns humoristes a la televisió, i l'altra, ben diferent, és emprar-lo per humanitzar-los o empatitzar-hi.

El camp de l'anomenada salut mental tampoc està exempt d'haver participat en el procés d'emblanquiment de la barbàrie. No parlo tan sols de la psiquiatria nacional catòlica practicada pels coneguts Vallejo-Nágera o López-Ibor sinó també del manteniment de les teories genètiques arreu del món, que van fer possible l'Holocaust. Read i Masson ho exposen sense embuts (2006, p. 41-48):


"Alguien podría discutir si lo que sucedió en Alemania hace 70 años tiene algo que ver con la forma en que opera la psiquiatría biológica hoy en día. Sin embargo, nosotros hemos documentado estos terribles sucesos, de nuevo, precisamente porque ilustran claramente los tres temas que se han perpetuado a lo largo de la historia de los tratamientos de las personas consideradas locas: a) el control social según el interés de quienes están en el poder; b) los "tratamientos" perjudiciales y violentos, y c) la habilidad de los expertos para generar teorías que ocultan lo que realmente está sucediendo (v. cap. 2).

Las teorías genéticas, que todavía son las dominantes en la psiquiatría hoy en día, motivaron, y ocultaron lo que sucedió, puesto que fueron los psiquiatras quienes desarrollaron la teoría de que las conductas no deseadas se transmitían genéticamente, que fue la que se utilizó para justificar las esterilizaciones obligatorias y los homicidios (...).

En 1938, en Europa, los homicidios empezaron a sustituir a las esterilizaciones. En los centros psiquiátricos, tanto los psiquiatras como los demás médicos empezaron con niños pequeños que sufrían  anomalías psicológicas o físicas, al principio les hacían morir de hambre y más tarde pasaron a matarles en cámaras de gas (Muller-Hill 1998). A pesar de que falsificaban los certificados de defunción que entregaban a los padres, todo el mundo sabía lo que estaba sucediendo, incluso la población local, que podía percibir el olor que desprendían los crematorios y sabía quien iba en el interior de los autobuses que llegaban a los hospitales (Muller-Hill 1998), y los niños que eran víctimas de estos tratamientos también lo sabían, puesto que jugaban con los féretros (Dudley y Gale 2002). 

El año 1939 empezó a implantarse un plan para matar a todos los enfermos mentales (Muller-Hill 1988). Entre los responsables de ejecutar el plan y de "seleccionar" a los que debían morir entre los formularios de solicitud que enviaban todos los centros psiquiátricos de Alemania, estaban las cátedras de psiquiatría de Colonia (Max de Crinis), Konigsberg y Münster (Frederich Mauz), Marburg y Breslau (Werner Villinger), Wurzburg (Werner Heyde), Düsseldorf (Friedrich Panse) y Bonn (Kurt Polisch), así como el profesor Carl Schneider, catedrático de psiquiatría en la Universidad de Heidelberg (la misma posición de prestigio que había ostentado Emil Kraepelin en la generación anterior).

(...)

Hacia finales de 1941, se desmantelaron las cámaras de gas de los centros psiquiátricos y se enviaron hacia el este, a Belzec, Majdanek, Auschwitz, Treblinka y Sobidor para matar judíos. Junto con el equipamiento solían viajar los médicos y las enfermeras (Muller-Hill 1988), de modo que los asesinatos masivos de enfermos mentales realizados por los psiquiatras, no sólo precedieron al intento de genocidio de los judíos, sino que también proporcionaron las razones científicas, el personal y el equipamiento. 

(...)

Prácticamente todos los psiquiatras implicados en los homicidios escaparon de la censura y de la condena por parte de los aliados (Wertham 1966; Muller-Hill 1988; Dudley y Gale 2002) y volvieron a sus carreras profesionales. Así, por ejemplo, el profesor Heyde, el psiquiatra que había sugerido la idea del monóxido de carbono, practicó su profesión entre 1950 y 1959 en Flensberg, República Federal de Alemania, a pesar de que tanto los psiquiatras como los estamentos legales de la región conocían su identidad (Muller-Hill 1988).

(...)

De los doce primeros presidentes de la Sociedad Alemana de Psiquiatría y Neurología que hubo después de la guerra, tres habían sido organizadores del programa de "eutanasia". Y aún en 1985, unos médicos alemanes publicaron unos artículos que se basaban en investigaciones realizadas con muestras obtenidas de los homicidios nazis (Dudley y Gale 2002).

(...)

¿Pero estas condiciones se daban exclusivamente en Alemania de la década de los treinta? La creencia en las teorías biogenéticas sobre la locura (y del movimiento eugenésico) prevalecía en toda Europa y en Estados Unidos. Las clasificaciones alemanas de Kraepelin y Bleuler, junto con las concepciones biogenéticas sobre su causalidad, fueron adoptadas con entusiasmo más allá de los límites de Europa. ¿Y estas condiciones han cambiado, 60 años después? Dudley y Gale han establecido importante paralelismos entre dicha situación y el modo en que la psiquiatría australiana trata a los aborígenes hoy en día. El motor que mueve la máquina ya no es el racismo de los eugenesistas, sino que ha sido ampliamente reemplazado por la motivación lucrativa de la industria farmacéutica. La creencia en la ideología biogenética que alimentaba el motor continúa siendo tan potente como siempre, y la función de las teorías expertas sigue siendo la misma: ocultar la realidad sociopolítica tras la máscara del esfuerzo científico y humanitario.

(...)

Los dos párrafos que se dedican a la psiquiatría nazi en la reciente obra A Century of Psychiatry (Peters 1999: 89), editada por el eminente psiquiatra biológico Hugh Freeman, concluyen del siguiente modo: "Los hechos son conocidos por todos, pero todavía no tenemos respuesta a una cuestión: ¿qué teorías o qué otro tipo de ideas llevaron a tantos psiquiatras que no eran nazis a romper el juramento hipocrático?". Quizá no necesitemos ir más allá de las primeras frases de este mismo artículo: "La psiquiatría nazi no era distinta, en ningún sentido a la psiquiatría clásica. Ambas compartían la creencia de que las psicosis endógenas eran somáticas y de que sus causas principales eran genéticas, y también compartían el nihilismo terapéutico".      


A la rotunda i necessària denúncia de la psiquiatria biologicista de Read i Masson, encara hi podríem afegir la irrupció de la seductora tecnologia de l'edició genètica, que ja inclou en la llista d'afeccions cerebrals per a estudiar, les addiccions, la depressió, l'autisme i l'esquizofrènia. Sens dubte, un gran progrés que il·lumina el futur de la ciència i de la humanitat.



Referència


  • Read, J. y Masson, J. (2006). La genética, la eugenesia y los asesinatos masivos. En J. Read, L. Mosher y R. Bentall (Eds.), Modelos de locura (pp. 41-49). Barcelona: Herder.


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